Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

27 ago 2010

The Doors - Riders on the storm

MARIO BENEDETTI


MARIO BENEDETTI


Hay que volverse sordo y mudo y ciego
sordo de amor, de amor enmudecido,
ciego de amor. Olfato, gusto y tacto
quedan para alejar la muerte y para
hundirse en la mujer, en esa ola
que es tiempo y lengua y brazos y latido,
esa mujer descanso, mujer césped,
que es llanto y rostro y siembra y apetito,
esa mujer cosecha, mujer signo,
que es paz y aliento y cábala y jadeo.

Hay que amar con horror para salvarse,
amanecer cuando los mansos dientes
muerden, para salvarse, o por lo menos
para creerse a salvo, que es bastante.
Hay que amar sentenciado y sin urgencia,
para salvarse, para guarecerse
de esa muerte que llueve hielo o fuego.

Es el cielo común, el alba escándalo,
el goce atroz, el milagro caos,
la piel abismo, la granada abierta,
la única unidad uniyugada,
la derrota de todas las cautelas.

Hay que amar con valor, para salvarse.
Sin luna, sin nostalgia, sin pretextos.
Hay que despilfarrar en una noche
-que puede ser mil y una- el universo,
sin augurios, sin planes, sin temblores,
sin convenios, sin votos, con olvido,
desnudos cuerpo y alma, disponibles
para ser otro y otra a ras de sueño.

Bendita noche cóncava, delicia
de encontrar un abrazo a la deriva
y entrar en ese enigma, sin astucia,
y volver por el aire al aire libre.
Hay que amar con amor, para salvarse.

la crisis de una forma sencilla


Se solicitó a un prestigioso asesor financiero que explicara la crisis de una forma sencilla, para que la gente entendiera de qué iba la cosa. Él contó la siguiente historia:

Un señor se dirigió a cierta aldea y ofreció a sus habitantes 100 euros por cada burro que le vendieran. Buena parte de la población le vendió sus animales.

Al día siguiente regresó y ofreció un mejor precio: 150 euritos por cada burro. Otros tantos aldeanos vendieron los suyos. A continuación ofreció 300 euros y el resto de la población vendió hasta el último asno.

Cuando ya no quedaban animales, subió aún más el precio: 500 euros estaba dispuesto a pagar, y dio a entender que los compraría la semana siguiente. Dicho lo cual, se marchó.

Poco después envió a su ayudante a la aldea vender a los paisanos los mismos burros a 400 euros cada uno. Los aldeanos, ante la perspectiva de revenderlos por 5oo, los volvieron a comprar, y quien no tenía el dinero lo pidió prestado.

Como era de esperar, el ayudante y su señor no volvieron a aparecer.

Resultado: La aldea se llenó de burros y de aldeanos endeudados hasta las cejas.


Hasta aquí lo que contó el asesor. Veamos lo que pasó después:

Los que habían pedido dinero prestado, al no vender los burros, no pudieron pagar el préstamo. Los prestamistas entonces se quejaron al ayuntamiento ya que, si no cobraban, se arruinarían ellos y no podrían seguir prestando a nadie. Por tanto se arruinaría también el pueblo.

Para que los prestamistas no se arruinaran, el alcalde les subvencionó convenientemente en vez de dar ese dinero a la gente para que pagara las deudas. Y como los prestamistas no perdonaron las deudas a los del pueblo, los aldeanos siguieron endeudándose cada vez más.

El Alcalde había dilapidado el presupuesto del Ayuntamiento, con lo que el Municipio quedó también endeudado. Entonces pidió dinero a otros ayuntamientos; pero éstos le dijeron que no podían ayudarle, ya que un ayuntamiento arruinado nunca podría devolver lo que le prestasen.

Resultado final:

Los listos del principio, forrados.

Los prestamistas, con sus ganancias resueltas y un montón de gente a la que seguirán cobrando lo que les prestaron más los intereses, incluso adueñándose de los ya devaluados burros con los que nunca llegarán a cubrir toda la deuda. Mucha gente arruinada y sin burro para toda la vida. El Ayuntamiento igualmente arruinado.

Naturalmente, para resolver la crisis y salvar al pueblo, el Ayuntamiento bajó el sueldo a sus funcionarios.

No me juzgues


No me juzgues,
si en este tibio atardecer
te sigo buscando.

Dibujo tu rostro en el espacio infinito,
bajo siete lunas,
transitando vida, en el hoy presente,
una diadema de estrellas
me guía hacia tu ser lejano,
danza de emociones, en los recónditos huecos,
de mi corazón adormilado,
liberados en el acto supremo,
de pensar en tí.
Encantamientos engalanados
sometieron nuestros sentidos
a querer, estar prendidos,
de la fuerza extraña del amor.

Corrí, detrás del espejismo de poseerte,
en quietudes y silencios, de solamente dos,
tiempos de navegar por nostalgias,
pensando en claros oscuros,abrazando penas,
atados a un ayer sin voz.

En el estanque azul de tus ojos,
aquél día, mi sonrisa se reflejó,
dos bocas sedientas se unieron,
anunciando una oda, al deseo y la pasión.
Pero mi vuelo se detuvo,
en el preciso instante,
en que unos pasos marcaron,
el camino inverso al amor.

No me juzgues
por no saber amarte,sino, así,
de esta manera.

Aline Bruzas