Un Blues

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29 dic 2010

El duelo compartido con los desconocidos

Tras la muerte de un allegado, algunos escriben una canción, un libro o un 'blog' porque les alivia - La sociedad arropa poco tiempo al doliente y presiona para volver a la normalidad cuanto antes .
.Es frecuente, desde hace siglos, que un artista cree una obra en la que evoca a un allegado fallecido. Ahí están las Coplas por la muerte de su padre, de Jorge Manrique (escrito en el siglo XV, hacia el 1476), los poemas en los que Rosalía de Castro plasma en el XIX su dolor por la pérdida de su madre y la de uno de sus hijos en un accidente. Una tragedia similar a la que llevó a Eric Clapton a componer Tears in heaven en memoria de su hijo Conor en 1991. También existen dolientes desconocidos que vuelcan su dolor en un libro o en un blog a la vista de desconocidos. ¿Por qué lo hacen? ¿Les alivia? ¿Les consuela? ¿Qué opinan los terapeutas?




El dolor hecho letra

Sintamos lo que sintamos, es normal




A su juicio, hacer un libro "es una forma de darle permanencia al ausente, de perpetuar su memoria, de homenajearle". Por ejemplo, En la mujer... descubrimos que Diego jugaba en los alevines del Atlético de Madrid aunque su corazón estaba con el Barça o que este chaval que de mayor quería ser científico de animales cantaba entusiasmado Gun's N'Roses, Deep Purple o Led Zeppelin. Rodríguez relata que a los dolientes "les preocupa mucho olvidar, creen que soltar el dolor es olvidarte" del allegado.



"¿Sabrías mi nombre si nos encontráramos en el cielo?", le canta Clapton a su hijo Conor, que murió a los cuatro años al caerse por una ventana de un piso 53º. Otro verso de Tears in heaven dice: "Tengo que ser fuerte y seguir adelante". Aquel suceso fue "una paradoja cruel, sirvió para que Clapton tuviera el mayor éxito de su carrera", cuenta el crítico musical Diego A. Manrique. "Esa tragedia hizo que la gente descubriera que Clapton, un hombre seco, tenía capacidad para emocionarse ante las adversidades de la vida". Manrique recalca que Clapton "es un guitarrista de blues, de pura catarsis, de medicina, de 'toco aunque duela porque cura".



La última canción del nuevo disco de Dani Martín, ex de El Canto del Loco, también nació de una tragedia personal. Se titula El cielo de los perros y está dedicada a su hermana mayor, una veterinaria treintañera que murió súbitamente en 2009. El cantante encontró en su interior las herramientas que necesitaba para seguir adelante. "De repente, aparece un personaje que no conocía, dentro de mi persona, que se hace cargo de cosas que ni yo pensaba", contaba Martín en una entrevista para El País Semanal en octubre. Los terapeutas sostienen que ante el duelo uno pone en marcha recursos que ya usaba antes. Si nunca has escrito una canción no es probable que te dé por componer.



En realidad, el libro de Alcalá no nació con vocación de llegar al estante de una librería. Ese texto era el testimonio que se solicita a los pacientes al acabar la terapia, que es gratuita. Su autor, escritor aficionado desde muy joven, lo escribió "a borbotones" y lo entregó a la Fundación Mario Losantos del Campo (por cierto, el padre de Sara, la psicóloga). Le costó bastante superar el pudor al sopesar si aceptaba la propuesta de publicarlo. "Es muy evidente que [escribir su testimonio] ha sido terapéutico para él", afirma.



Candela Molina Gutiérrez, 18 años recién cumplidos, no tuvo dudas sobre cómo llamar a su blog, Una vida perra. Aunque hace años tuvo una bitácora de poesía, esta la abrió después de que un delincuente asesinara a sus padres en abril pasado en Marruecos. Cuenta que, tras el crimen, cada vez que entraba en la red social Tuenti en el recuadrito para describir cómo te sientes escribía "¡Qué vida más perra!". La bitácora está dedicada a ellos, a Emilio y a Pilar. "Cuando escribo no estoy pensando en quién lo lee. Vomito las letras. Me gusta escribir. Es mi manera de desahogarme", explicaba recientemente en un café, sentada al lado de su tía paterna, Cecilia, con la que ahora vive.



"Escribir en sí me alivia, me agrada que [otros internautas] me contesten, que me recomienden libros, que me digan cosas bonitas, pero ahí no hay consuelo. El consuelo tiene que ser más personal, de tú a tú, no por Internet", recalca la joven. Otras cosas que escribe -un diario, reflexiones sobre filosofía y psicología, apuntes sobre su estado anímico, etcétera- no van a Internet, se las queda para sí misma. Candela da la impresión de ser alguien sensible y simultáneamente muy fuerte cuando explica cómo ha cambiado su visión del mundo: "

Flor Zapata, autora de la bitácora ¡Quiero conducir, quiero vivir!, tenía una única hija, Helena, a la que un conductor bebido mató en 2005. "Escribir para concienciar, prevenir, denunciar, alertar a otros de los peligros de una conducción no responsable era una forma de canalizar mi rabia, de mantenerme viva y sí, de aliviar mi dolor, pensando que podía hacer que no les pasara a otras madres", explica en un correo electrónico. Así nació el blog: "La directora de una revista de automóviles, a la que amenacé con denunciar si de su chat no eliminaba algunos comentarios de usuarios sobre cómo evitar un control de alcohol, me conoció, eliminó el chat y me sugirió hacer un blog para escribir y seguir con la lucha de la concienciación". A su psicóloga le pareció bien, a su psiquiatra al principio no.



Todos los afectados consultados coinciden en que se habla poco del duelo. La señora Zapata añade que "ahora, la vida, la sociedad, te exigen estar, a los pocos días, nuevamente en tus actividades, trabajo, amistades, como si no hubiera pasado nada. Casi se oculta, se evita hablar de ello". La terapeuta de la AECC cree necesario "acompañar al doliente durante más días, es un compromiso pendiente". Porque, explica, el apoyo se suele concentrar en el día del fallecimiento y los siguientes, cuando uno está conmocionado. "Y el sufrimiento real viene luego, al volver a la vida normal sin el ser querido. Y entonces, el apoyo social ya no está".



Existen frases hechas, pronunciadas siempre con afán de consolar y con la mejor intención, que resultan contraproducentes a los dolientes. Alcalá pone un par de ejemplos: "La frase 'es cuestión de tiempo' te desata la impaciencia y además solo es cierto si pones de tu parte. Otra frase habitual es '¡qué valientes sois! Si me pasa a mí, me muero', y tú piensas '¿por qué no me he muerto?'. Y eso te lleva a la culpa, que está muy presente".



¿Y qué agradece el doliente? "Lo mejor es prestarle atención y darle cariño", responde sabedor de que cada uno vive la pérdida de un ser querido a su modo y a su ritmo. Su hogar es un ejemplo. Su esposa, Teresa, es "más emocional, de sacarlo fuera" y su hijo Jorge, de 18 años, "lo ha llevado con mucha normalidad, con menos picos, su canal es la guitarra".



Para este padre de familia los gestos son importantísimos, esenciales. Los ha habido grandes como aquel minuto de silencio en el Calderón, en el Atlético-Barça, (allí estaban los Alcalá Rivero en un lugar discreto, "es doloroso, pero te llega"). Y muchos pequeñitos, "como aquel roce de complicidad en el codo que me hizo un colega o aquel hombre que no conocíamos que nos agarró la cara y simplemente sonrió sereno", rememora. Luego supieron que también había perdido a un hijo.