Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

26 nov 2018

Muere el maestro del cine italiano Bernardo Bertolucci a los 77 años

Oh!!! no es de esas noticias que no quieres leer nunca.

El director de 'El último tango en París' y 'Novecento' fallece en Roma.

 

Bernardo Bertolucci, en Venecia, el 28 de agosto de 2013. En vídeo, perfil de Bertolucci.
 Bernardo Bertolucci, última frontera de una generación de directores italianos capaces de transformar el cine universal, ha fallecido este lunes a los 77 años en su casa del romano Monteverde Vecchio.
 Autor de monumentos como El último tango en París, Novecento o El último emperador, que obtuvo nueve Oscar en 1988, entre otros, a la mejor dirección y al mejor guion, llevaba años en una silla de ruedas peleando contra una larga enfermedad.
 En las últimas dos décadas, tras el estreno de Asediada en 1998, apenas lanzó dos películas: Soñadores (2003), una particular visión del mayo del 68, y su último filme, Tú y yo, de 2012, basado en una breve novela de Niccolò Ammaniti.
Nacido en Parma en 1940, era hijo del poeta Attilio Bertolucci y la profesora Ninetta Giovanardi. 
Fue íntimo amigo de Pier Paolo Pasolini y defensor empedernido del Partido Comunista. 
En 2007 obtuvo el León de Oro a la carrera de La Mostra de Venecia y, en 2011, la Palma de Oro de Honor del festival de Cannes.
 A lo largo de su carrera, filmó una quincena de películas, entre producciones colosales y minúsculas, obras experimentales y más tradicionales, y dejó un sello inolvidable de autor en el cine italiano e internacional. 
Fue también guionista, productor, poeta y "polemista", como recuerdan los medios italianos. 

Bertolucci llamó la atención ganando todavía bien joven el Premio Viareggio por el libro de poemas In cerca del mistero. “Escribí poesía, pero decidí no continuar porque él era demasiado bueno y no podía ganarle”, recordaba el cineasta a propósito de su padre.
 De ahí, de la tradición literaria y musical, surgió también el gusto por los textos, la dramaturgia y el cine capaz de retratar una época. Pero Bertolucci siempre reconoció la descomunal influencia sobre su cine de Pasolini, a quien conoció porque su padre le había editado su Ragazzi di vita y se había mudado al mismo edificio.
 El cineasta lo explicaba así en una entrevista con James Franco en Il Corriere della Sera:
 “Un día, cuando tenía 21 años me lo encontré delante de la puerta y me dijo: ‘Eh, te gustan las películas, ¿verdad? Porque voy a rodar una y quiero que me hagas de asistente en la dirección. Se llamará Accattone’.
 Le dije que nunca había hecho de asistente, y él me respondió que tampoco había dirigido ninguna película”.
 De hecho, la primera cinta que firmó, La cosecha estéril, partió de una historia del propio Pasolini.
Así nació una carrera que le llevó a dirigir una quincena de filmes y que absorbió también el aroma de las innovaciones de la Nouvelle Vague francesa, que descubrió pegado tardes enteras en las butacas de Cinémathèque parisina en los años sesenta.
 Allí más tarde vio de cerca el mayo del 68 que vivió también intensamente en Italia y retrató, para algunos de forma un tanto frívola, en Soñadores. 
 No hubo estudios ni aprendizaje técnico. Al principio, como vio hacer a Pasolini, renunció a actores profesionales y flirteó con las corrientes experimentales.
Pero el pasaporte de Bertolucci al olimpo del cine lo expidió El último tango en París, su película más polémica, con denuncias de violación de Maria Schneider a Marlon Brando, que el director de fotografía, Vittorio Storaro, negó después.
 Estrenado en 1972, el filme se prohibió en España, y no pudo verse hasta el 16 de enero de 1978.
 En una entrevista en el diario EL PAÍS de 1985 el cineasta comentó la importancia de la personalidad de Marlon Brando en la película: 
"Sí, influyó mucho. Brando es un monstruo prehistórico del cine del pasado.
 En principio no lo iba a interpretar él. 
Los actores elegidos eran Jean-Louis Trintignant y Dominique Sanda, pero resultó que Trintignant era un tímido y no se atrevía a hacer las escenas de la casa abandonada y Dominique Sanda estaba preñada, así que tuve que renunciar a los dos".
La gran epopeya (314 minutos y orginalmente concebida en tres partes), producida por Alberto Grimaldi y surtida de grandes estrellas de Hollywood como Robert De Niro o un Donald Sutherland que ponía rostro a un fascismo con algunos tics no tan lejanos, tuvo influencia hasta en los mostradores de los registros de recién nacidos, donde toda una generación de padres de la progresía italiana inscribió a su vástagos con el nombre de Olmo: como el personaje con el que Gerard Depardieu dio vida al combatiente obrero y miltante marxista.
Novecento fue la afirmación definitiva de la transversalidad de Bertolucci, también a un lado y otro del Atlántico. 
Pero el reconocimiento en Hollywood llegó con El último emperador (1987), la trágica y novelesca historia de Pu Yi , el último representante de la dinastía manchú, quizá una de sus obras menos lucidas, pero la única que le ha valido a un director italiano el Oscar por la mejor dirección.

El último tango en París sirvió a Bertolucci el crédito para poder rodar Novecento, un monumento desde todos los puntos de vista. Una descomunal crónica de las primeras cinco décadas de la Italia del siglo XX, partiendo el 27 de enero de 1901 con la muerte de Giuseppe Verdi: justo el día que nacen los dos amigos que protagonizan el filme y que representarán por tanto tiempo después dos italias que, en cierto modo, todavía se cruzan hoy cada mañana en la calle.
 La del comunismo y el fascismo; la de la izquierda revolucionaria, y la burguesía democristiana mucho más tarde. 
La del cierre de puertos y soflamas en Twitter y la que hoy, lamentablemente, permanece silenciada.

Bertolucci, en la presentación en Londres de 'El último tango en París', el 14 de marzo de 1973. 
Bertolucci, en la presentación en Londres de 'El último tango en París', el 14 de marzo de 1973. Central Press/Hulton Archive/Getty Images
 

La gran epopeya (314 minutos y orginalmente concebida en tres partes), producida por Alberto Grimaldi y surtida de grandes estrellas de Hollywood como Robert De Niro o un Donald Sutherland que ponía rostro a un fascismo con algunos tics no tan lejanos, tuvo influencia hasta en los mostradores de los registros de recién nacidos, donde toda una generación de padres de la progresía italiana inscribió a su vástagos con el nombre de Olmo: como el personaje con el que Gerard Depardieu dio vida al combatiente obrero y miltante marxista.
Novecento fue la afirmación definitiva de la transversalidad de Bertolucci, también a un lado y otro del Atlántico. Pero el reconocimiento en Hollywood llegó con El último emperador (1987), la trágica y novelesca historia de Pu Yi , el último representante de la dinastía manchú, quizá una de sus obras menos lucidas, pero la única que le ha valido a un director italiano el Oscar por la mejor dirección.
Si era un Dios para los que amabamos el Cine, decir Bertolucci era decir OH DIOS!! lo recuerdo en todas y la última fue el ültimo Emperador. Salias como en una nube, algo increible hoy no hay ya películas de Culto pero las de Bertolucci lo eran. Descansa en Paz..

25 nov 2018

Kafka en palabras de Kafka................................ Josep Massot..

Galaxia Gutenberg publica 778 cartas del escritor checo, 145 inéditas, del año 1900 a 1914.

 Las epístolas retratan su vida sentimental y su visión del mundo: “Solo deberíamos leer libros que nos muerden”

kafka
Frank Kafka, en la Plaza de la Ciudad Vieja de Praga, hacia 1920. Getty Images
“Ya ves, soy un hombre ridículo; si me quieres un poco, será por compasión; mi aportación es el miedo”, escribe un joven Kafka a Hedwig Weiler, su romance del verano de 1907. 
Y, sin embargo, el aprendiz de escritor que creía que “estamos perdidos como niños en el bosque” y que era bueno que alguien trepara a la Luna para que sus movimientos, palabras y deseos no resultaran del todo cómicos y absurdos, siempre y cuando, eso sí, “no se oigan las risas de la Luna en los observatorios”, había desplegado ya a los 19 años, ante su amigo Oskar Pollak, la valerosa apuesta que iba a cambiar la literatura del siglo XX: 
“Es bueno”, escribió, “que la conciencia reciba amplias heridas, puesto que así se vuelve más sensible a cada mordedura. 
A mi juicio, solo deberíamos leer libros que nos muerden y nos pican. 
Si el libro que estamos leyendo no nos despierta de un puñetazo en la crisma, ¿para qué lo leemos? 
¿Para que nos haga felices, como tú escribes? Dios mío, también podríamos ser felices sin tener libros y, dado el caso, hasta podríamos escribir nosotros mismos los libros que nos hicieran felices.
 Sin embargo, necesitamos libros que surtan sobre nosotros el efecto de una desgracia muy dolorosa, como la muerte de alguien al que queríamos más que a nosotros, como un destierro en bosques alejados de todo ser humano, como un suicidio; un libro ha de ser un hacha para clavarla en el mar congelado que hay dentro de nosotros. Eso creo yo”.
Las citadas son palabras contenidas en el primer tomo de la edición crítica del epistolario completo de Kafka (Praga, 1883 - Kierling, 1924), reunido y anotado por Hans-Gerd Koch, en traducción de Adan Kovacsics, y que Jordi Llovet e Ignacio Echevarría publican en Galaxia Gutenberg. 
El volumen, de 1.257 páginas, cubre los años 1900-1914, como cierre de la obra íntegra del autor checo, a falta del segundo tomo, que incluirá ya el estallido de la Primera Guerra Mundial y la publicación, en 1915, de Die Verwandlungd, traducida aquí correctamente como La transformación y no como la equívoca La metamorfosis. 
 Los editores españoles pretendían publicar la correspondencia completa sin dilaciones, pero la editorial alemana se resiste a culminar el tomo de los años finales. 
Fischer Verlag, tras quince años de búsqueda infructuosa, aún mantiene la esperanza de encontrar en algún recóndito archivo uno los grandes tesoros de Kafka que quedan aún por sacar a la luz: las cartas perdidas al último amor del escritor, Dora Diamant, que fueron requisadas por la Gestapo. 

Franz Kafka. Cartas 1900-1914 contiene 778 misivas, de las que 573 eran conocidas por el lector de lengua española (en trabajos anteriores a la edición crítica alemana), y 145 son inéditas. 
Entre las ya publicadas del citado período figuran las quinientas a la primera novia del autor, Felice Bauer, y las escritas a Grete Bloch (amiga de Felice) y a los editores Max Brod, Ernst Rowolth y Kurt Wolff.
 La escrupulosidad de los editores les ha llevado a incluir los detalles conocidos de 60 cartas perdidas, postales, telegramas, dedicatorias, tarjetas de presentación o las comunicaciones de carácter oficial, comercial o profesional (como las solicitudes o instancias dirigidas a instituciones tales como la Dirección de Policía o la misma compañía de seguros para la que trabajaba para solicitar permisos, ascensos o aumentos de sueldo). 
El libro se completa con un amplio aparato de anotaciones críticas, una exhaustiva cronología, las cartas recibidas que se han conservado y un quién es quién de todos los corresponsales o personas citadas.
El volumen aporta importantes novedades al lector español, que no se limitan al terreno filológico.
 La disposición de las cartas por cronología, y no por corresponsales, permite seguir el día a día de Kafka a la manera de una biografía epistolar, sin interferencias de intérpretes, y asistir a la evolución de su escritura, desde su relación ambivalente con Goethe (el canon literario) a su necesidad y amor por los demonios de la literatura a partir de su tormentosa relación con Felice Bauer, que le hace introducir su conexión con la vida, una escritura fluida y la perspectiva del otro, algo que está en la raíz de obras como El proceso o La condena.

También se pueden encontrar textos literarios, como la primera narración que ha llegado hasta nosotros (“La compleja historia del tímido larguirucho y del insincero de corazón”) y varios apólogos y cuentos breves, como el del hombre que no sabía reír ni bailar y que llevaba siempre una misteriosa caja cerrada que no enseñaba a nadie hasta que, a su muerte, se descubrió su contenido (“Dos dientes de leche”) o el del loco y el sabio que no sabía que era sabio:
 “No se puede tomar el sol a la sombra. 
No creo que yo sea culpable de tu felicidad. A lo sumo de la siguiente manera: un sabio cuya sabiduría se escondía ante él se topó con un loco y charló un ratito con él sobre asuntos en apariencia remotos.
 Una vez concluida la conversación, cuando el loco se disponía a regresar a casa —vivía en un palomar—, el otro se le arroja al cuello, lo besa y exclama:
 ‘Gracias, gracias, gracias’. ¿Por qué? Tan grande era la locura del loco que al sabio se le hizo evidente su propia sabiduría”. 

Las lecturas (autores alemanes, pero también Flaubert y biografías en las que busca cómo los grandes autores encontraron su lugar en el mundo); los anhelos literarios, su deseo de abandonar Praga, aprender castellano y marcharse a España, Sudamérica o Berlín; sus viajes y excursiones;
 el aislamiento con sus padres; la asfixia que siente por su trabajo en la empresa de seguros o en la fábrica de amianto que funda con su cuñado o la eterna duda que le paraliza:
 “Otras personas”, escribe a Hedwig, “solo se deciden en contadas ocasiones y disfrutan luego de su decisión en el largo intervalo hasta la siguiente. 
 Yo, en cambio, me decido sin cesar, tantas veces como un boxeador, con la diferencia de que luego no boxeo, claro”.
En una carta transmite a Pollak cómo el escritorio burgués de casa de sus padres en el que redacta se comporta como un animal censor: “Estaba sentado a mi hermoso escritorio.
 No lo conoces. Cómo ibas a conocerlo. Resulta que es un escritorio de convicciones profundamente burguesas cuyo cometido es educar. 
Tiene dos terroríficas puntas de madera allí donde pone las rodillas el escribiente.
 Y ahora presta atención. Cuando uno se sienta con tranquilidad y cautela y escribe algo profundamente burgués, se halla a gusto. Pero ay si se agita y el cuerpo le tiembla un poco, porque las puntas se le clavan indefectiblemente en las rodillas, y cómo duelen. Podría enseñarte los moratones”.
La vida de Kafka se puede seguir casi al minuto. Comenta películas con las camareras, trabaja en las tareas del campo durante sus vacaciones, va al teatro, escribe prolijos y detallados argumentarios a sus jefes para justificar sus peticiones de aumentos de sueldo, se queja de sus problemas de estómago y de su dieta…, pero sobre todo lee y escribe, y se autoanaliza con saña.
 Dice que ha leído pocos libros de Freud —“Es tan grande como vacuo”— y muchos de sus seguidores; confiesa que se derrumba ante las opacidades, que carece de total talento organizativo, que no es de esos hombres que llevan las cosas a cabo a cualquier precio o que “no estoy ya en este mundo, sino dando vueltas y vueltas en el vestíbulo del infierno”, pues “la conciencia de culpa no supone para mí una ayuda, una solución; no, solo tengo conciencia de culpa porque es la forma más bella de arrepentimiento”.
Sobre de una de las cartas que Frank Kafka envía a Robert Musil a la redacción de la revista 'Die Neue Rundschau'.
Sobre de una de las cartas que Frank Kafka envía a Robert Musil a la redacción de la revista 'Die Neue Rundschau'.
Kafka frecuenta prostitutas, algunas muy viejas, o filtrea con muchachas:
 “Una”, dice a Max Brod, “se llama Agathe; la otra, Hedwig. Agathe es muy fea y Hedwig también. H. es bajita y gorda, sus mejillas son coloradas sin límites ni interrupción, sus grandes dientes incisivos superiores no permiten que su boca se cierre ni que la mandíbula inferior sea pequeña; es muy miope, y no solo para provocar el bonito gesto con el que se pone los quevedos sobre la nariz; esta noche soñé con sus piernas gruesas y cortas; por tales vericuetos reconozco la belleza de una muchacha y me enamoro”. Aún así, le escribe: 
“Qué poco sirve el encuentro epistolar; es como si dos personas separadas por un lago chapotearan en las orillas.
 Por las muchas pendientes de las letras se ha deslizado la pluma y esto se ha acabado, hace frío y yo he de irme a mi cama vacía”.
En el prólogo, Jordi Llovet dedica especial atención a las relaciones sentimentales de Kafka (quien escribió “El coito, castigo de la dicha de estar juntos”), en especial con Felice Bauer.
 Se conocieron en Praga, en casa de los padres de su amigo Max Brod, el 13 de agosto de 1912. 
No se volvieron a ver hasta siete meses después. 
A partir del 20 de septiembre, Kafka le envió un diluvio de cartas, más para sí mismo que para seducirla, según Llovet, quien reconstruye la vida sexual de Kafka, enlazada con el dictado censor de su padre y su reflejo en las obras que escribió en la época y que tendría una clave esclarecedora en el fundamental cuento Ante la ley (de 1919).
 Kafka se somete a la tortura de no poder vivir ni con ella ni sin ella. y le pide en matrimonio como si pedirlo fuera “un acto criminal”. “Yo”, escribe en 1913 al padre de Felice, “he cegado a su hija con mi escritura”. 
Y le transmite un autorretrato desconsolador: “Sea como fuere, tenga usted en cuenta lo siguiente, que es lo esencial: todo mi ser se centra en la literatura, y hasta los 30 años he mantenido ese rumbo a rajatabla; si alguna vez lo abandono, dejaré de vivir.
 De ello deriva todo cuanto soy y cuanto soy y no soy.
 Soy taciturno, insociable, malhumorado, egoísta, hipocondríaco y realmente enfermizo.
 ¿Cómo ha de vivir su hija con un hombre así, que ha dejado toda distracción a fin de conservar las energías justas para dedicarse en exclusiva a la literatura?”. 

 

Marie-Chantal Miller, princesa sin trono, empresaria y reina en las redes

Casada con Pablo de Grecia, ha creado una firma de moda infantil y lleva una vida de aristócrata millonaria acorde al apellido de su marido y a la fortuna de su padre.

 

Marie-Chantal Miller, en una fiesta en Londres en junio de 2015.
Marie-Chantal Miller, en una fiesta en Londres en junio de 2015. GETTY

No hay semana sin ‘show’............................. Elvira Lindo

¿De dónde surgen esas formas y ese lenguaje en el oficio actual de la política que hasta ahora desconocíamos?.

Gabriel Rufián en el Congreso el pasado 21 de noviembre.
Gabriel Rufián en el Congreso el pasado 21 de noviembre. REUTERS
Cualquiera de nosotros conoce a personas con inquietudes políticas. Hombres y mujeres a los que reconocemos capacidad de convicción, de liderazgo, capaces de articular un buen discurso, de apaciguar los ánimos en un equipo, seres que despiertan respeto y respetan, que negocian sin humillar al que lleva las de perder, sagaces, peleadores, convincentes.
 Cuando nos encontramos con alguien que posee este poderoso atractivo, pensamos, ¿y por qué no hay personas así en la política? Esta semana hemos tenido una vez más la respuesta.
La vida laboral de los ciudadanos que viven fuera de los focos obliga a una negociación continua. 
Cuántas veces no se ha de controlar el impulso de soltar algo desagradable, en cuántas ocasiones la buena educación vence al exabrupto, cuánto hemos reprimido (me incluyo) la parte desabrida de nuestro carácter para que nuestros hijos tuvieran un buen ejemplo en casa o nos hemos callado ante un chulo por no liarla; de qué manera la armonía familiar se mantiene gracias a que hacemos oídos sordos al ya célebre cuñado.
 Y esa actitud no nos hace menos auténticos, menos apasionados o valientes, porque echamos mano de recursos como la seducción para salirnos con la nuestra.
 Quien más educado está, quien más inteligente es, más capacidad muestra para convencer o vencer sin necesidad de herir.
 Como antídoto a lo que hemos visto esta semana en el Congreso de los Diputados yo propongo observar lo que ocurre en la calle, en el trabajo, en nuestro hogar:
 ¿podemos permitirnos el lujo de insultar a la mínima sin que eso tenga unas consecuencias lamentables? ¿Cuántas veces en la vida ha pronunciado usted una mala palabra para desacreditar al adversario? 
Fascista, golpista, indecente, indigno
. Jamás he utilizado estos términos en un cara a cara o en una discusión por más encendida que esta fuera. 
Si alguien las hubiera usado contra mí no concebiría la posibilidad de una reconciliación.
 ¿De dónde surgen entonces esas formas y ese lenguaje en el oficio actual de la política que hasta ahora desconocíamos? ¿Están calcadas de Twitter, de los shows televisivos?
 ¿Para qué público actúan los que convierten el oficio público en una de esas payasadas de lucha libre que tanto inspiran a Donald Trump?
 Deben saber quienes se dedican a la política que no todos los votantes estamos enzarzados a diario en peleas virtuales, y si alguna vez nos hemos revolcado en ellas (porque momentos de debilidad los tiene cualquiera) estamos empezando a evitarlas al ser conscientes de lo intoxicadoras y estériles que son. Sacan de nosotros el monstruo que tenemos encerrado en la vida real bajo siete llaves.
 Pero cada vez más distinguimos entre el acaloramiento natural de un debate y los números que se montan solo para sacudir el fango de esas redes que manipulan nuestra rabia y nuestro criterio.
Tan acostumbrados están algunos a reinar en lo virtual que ya no saben comportarse presencialmente. 
No podemos permitir que esa vulgaridad se nos contagie.
 Insisto, no son en absoluto un espejo de lo que sucede en la vida real, de la misma forma que no lo es Twitter.
 Son muchos los ciudadanos que cada día se enfrentan al mundo con espíritu de negociación, negocian, contienen sus más oscuras emociones, se censuran la burla o el desprecio.
 Precisamente porque no somos santos, concebimos la educación como una estrategia para la convivencia.
 Y hay grandes estrategas.
 Con qué dignidad ocuparían un asiento en el Congreso, pero ¿qué persona brillante y educada se expondría a semejante jauría? Nadie en su sano juicio.



 

La amarga vida de las hijas de Marx

Marx
Karl Marx (derecha) y Friedrich Engels, junto a las hijas del primero. De izquierda a derecha, Jenny, Laura y Eleanor.
ÉRASE UNA VEZ vez tres hermanas, las únicas que llegaron a la edad adulta de los siete hijos que tuvieron sus padres.
 Érase tres hermanas, Jenny, Laura y Eleanor.
 La primera murió de cáncer a los 38 años, las otras dos se suicidaron; Laura junto con su marido, Paul Lafargue, uno de los introductores del marxismo en España y autor del famoso El derecho a la pereza. 
 La pareja había llegado a la conclusión de que la vida no merecía la pena a partir de esa edad en la que no puedes disfrutar de los placeres de la existencia y te conviertes en una carga para los demás.
La más joven, Eleanor, se envenenó a los 43 quizá asqueada y descorazonada por los engaños de su compañero, el socialista Edward Aveling, a quien había cuidado durante una larga enfermedad, aunque sabía de sus infidelidades.

 Al parecer no pudo soportar el descubrimiento de que Aveling se había casado en secreto con una amante.
Ay!!!! Los Hombres Marxistas anarquistas son ignorantes sobre las mujeres.....y así ellas se quitan de enmedio....¿Qué les transmitiria tener como padre a Marx? viendo la revolución mundial rebatiendo a los burguese no supo darles el lugar a sus propias hijas ni a las mujeres...claro..Engels como sombra de Marx terminó el Manifiesto Comunista y aportaba a la economía de Carlos Marx....no pensaban en que las mujeres fueramos revolucionarias y cuando eso te hacía estar mal te suicidabas.....vaya lecturas sacamos todas las que luego estaríamos en la lucha final como parias de la tierra.

Raphael: la voz que siempre estuvo allí.................. Rubén Amón.

raphael
MIGUEL RAFAEL Martos Sánchez (Linares, 1943), alias Raphael, cree haber llegado al límite con el “experimento” de RESinphónico, un híbrido entre la música orquestal y la electrónica que le ha permitido revistar sus mayores éxitos —Mi gran noche, Yo soy aquel, Volveré a nacer— como si los descubriera por primera vez. 
Y como si recurriera al patrimonio de su carrera —la alianza con Manuel Alejandro— para proyectarse en el futuro en un nuevo estímulo a su proceso evolutivo.

“Y enfatizo la evolución porque yo no cambio, ­evoluciono. Necesito reinventarme.
 Y este disco ha sido sin duda el más extremo. 
No sé qué haré después de haber llegado tan lejos en mi música y mi carrera. 
Tengo la impresión de haber llegado más que nunca al extremo”.

El extremo no es la retirada, sino la certeza de haber colocado un jalón que predispone un concierto en el Teatro Real de Madrid (17 de diciembre) y una gira que se sobrepone a la anterior, de tal forma que Raphael todavía tiene “agendados” conciertos hasta 2021.
Habrá cumplido entonces 78 años.
 No los aparenta, menos aún con la indumentaria de vaqueros y chupa de cuero con la que nos recibe en su imponente mansión madrileña.

 Y quien dice madrileña dice ibicenca, pues la arquitectura mediterránea de la villa, las paredes encaladas y las palmeras contradicen la impresión de encontrarnos en la opulencia de los casoplones ­circundantes. 
Debería existir una fórmula intermedia entre el usted y el tú para tratar a Raphael.
 Demasiado solemne el usted para un personaje tan afable en la corta distancia. 
Y demasiado cordial el tuteo para las formalidades de un señor tan importante al que acabas de conocer. 

Tan importante que entre los altares paganos del salón y los retratos de los lienzos impresionan las fotos dedicadas por Juan Pablo II, Marcel Marceau o Richard Nixon, aunque ninguna de ellas destaca más que la de Enrique Moreno, el médico que le intervino hace 15 años para trasplantarle el hígado.



















Raphael: la voz que siempre estuvo allí
“Una experiencia tan dura como esa te convierte en mejor persona y en mejor artista. Ha sacado lo mejor de mí. 
Y me ha llevado a un estado de percepción de las cosas mucho más profundo. 
Escucho la música como no la escuchaba antes.
 Puedo decir que estoy cantando mejor que nunca. Que me siento mejor que nunca”.
Se confía o se confiesa Raphael al abrigo de una sugestiva, sugerente, colección de iconos rusos. 
Por devoción a ellos. Y por la devoción de la madre Rusia a Raphael.
 La visitó por primera vez en 1969, cuando no había siquiera relaciones diplomáticas entre Madrid y Moscú.
 Y regresará en marzo, no ya para jalonar la gira internacional, sino para confirmarse como incentivo de matriculación de castellano en el Instituto Cervantes.
 “Es verdad que muchos rusos han aprendido español con mis canciones. 
Y que a veces ellos mismos me reprochan en mis conciertos los cambios de palabras que hago.
 Porque cometo gazapos. O porque me gusta alterar las letras espontáneamente. 
El escenario es un lugar de vitalidad y de inspiración.
Un hábitat donde tu olor artístico te va llevando por donde puedes ir o donde no puedes hacerlo.
 Creo que RESinphónico va a provocar un gran impacto. 
Es un re-salto de mi carrera. Una re-invención”. 

Y un ejercicio de re-incidencia al que se ha adherido Lucas Vidal, compositor madrileño laureado en Hollywood (Afterparty, Fast and Furious 6, Anna) y cómplice de un disco que Raphael va a “proclamar” a sus feligreses sin restricción de generaciones ni de fronteras.
“Me siguen personas mayores, sus hijos y sus nietos. ¿La razón? La vitalidad de mi música”
“Siempre he sido un artista internacional.
 Y siempre he tenido un público heterogéneo. 
Creo que mi música es transversal, transgeneracional, pero no porque pretenda satisfacer a todos los públicos. 
No es una estrategia. 
Hago las cosas según las siento.
 No hay una finalidad táctica.
 A mis conciertos van personas mayores, sus hijos y sus nietos. 
Y la razón creo que tiene que ver con la vitalidad de mi música. Y con la capacidad de renovarme. 
No soy el que era, ni soy ahora el que seré. 
Permanece una personalidad, una profesionalidad, una carrera, pero el motivo de mi vigencia durante años y décadas estriba precisamente en la capacidad de evolucionar.
 Soy un fenómeno de la cultura española, pero también una referencia internacional”.

Los conciertos programados en Rusia lo demuestran. 
Tiene recitales previstos en San Petersburgo y en Moscú, aunque la gira planetaria aloja dos teatros míticos de la idiosincrasia musical europea: la sala Olympia de París (10 de marzo) y el Royal Albert Hall de Londres (7 de julio). 
“Terminas desmitificando los teatros como desmitificas los grandes hoteles. 
Y no estoy frivolizando.
 Algunos, como la Zarzuela, los llevo en el corazón, pero muchos otros dejan de impresionarte cuando los has conquistado.
 El que más vértigo me dio fue el Radio City Hall. Y no en sentido metafórico.
 Empecé a subir una escalera que se proyectaba hacia la cima de un escenario y me di cuenta de que empezaba a temblar. Disimulé todo lo posible mientras me agarraba a la barandilla para ir bajando. Eso sí que fue vertiginoso”.

Se divierte Raphael con la anécdota. 
Y se pone serio cuando le mencionamos el contratiempo de las muertes de Montserrat Caballé y Charles Aznavour. 
Trabajó con los dos. Compartió escenario con ambos. 
“Aznavour era un artista genial. Nos teníamos mucho aprecio. Un artista sabe oler a otro artista.
Y creo que a Montserrat le di su primera aparición en TVE.
 Tenía un programa de musicales.
 Y le propuse que hiciéramos La verbena de la Paloma. Era una cantante inmensa, un prodigio vocal. Una mujer extraordinaria, en el plano humano. Aprendí mucho de ella”.

“Nunca me he dejado llevar por los abrazos y las felicitaciones. Yo soy mi mayor juez”
Palabra de un perfeccionista enfermizo. 
Raphael ya no vuelve a escuchar sus discos después de haberlos grabado.
 “Porque solo escucho los fallos y los errores. Nunca estoy completamente satisfecho con lo que hago. 
Siempre creo que podía haber hecho las cosas mejor. Me parece que es una manera de estar en guardia, atento, pero a veces disfruto menos de lo que debería. 
Soy más crítico conmigo de cuanto pueda serlo nadie.
 Nunca me he dejado llevar por los abrazos y las felicitaciones del camerino. 
  El mayor juez de Raphael es Raphael”.
Se antoja la política una manera de retomar la conversación lejos de las emociones. 
Desconcierta a Raphael la pujanza del soberanismo. Le cuesta entender que haya prosperado tanto la escisión territorial e ideológica.
 “Tendríamos que volver a los tiempos de antes. 
Tranquilidad, no estoy hablando del franquismo, ni mucho menos, sino de solo unos años atrás, cuando había un mejor espíritu de convivencia y de entusiasmo.
 El público de Barcelona me ha querido siempre mucho. Me gusta que sean tan españoles como yo. 
Hacemos mejor las cosas juntos que separados”.
Raphael: la voz que siempre estuvo allí
Proliferan las fotos dedicadas de la Familia Real entre los recuerdos de Raphael. 
Y destaca una imagen en la que aparece muerto de risa junto a Felipe González, pese a tratarse de una recepción oficial que mantiene boquiabiertos a los testigos de la ceremonia. 
Hay alguna que otra imagen de José Bono, su consuegro. Y no hay rastro del caudillo.
“Su mujer venía a mis conciertos, pero a Franco solo lo conocí una vez, con ocasión de un concierto que se celebró en La Granja. 
Y por allí estuvimos todos. Gades, Lina Morgan, Sara Montiel, Concha Velasco.
 Y cuando digo que todos, es que también anduvieron por ahí los que niegan haber estado. 
Había que estar, pero eso no quiere decir simpatizar”. 



El ritmo primordial............................................Rosa Montero.

La música puede manipularnos, pero también tiene el maravilloso efecto de hacernos más grandes y mejores: nos rescata de nuestra individualidad.

LOS GRIEGOS CONSIDERABAN que la música era la expresión artística de las matemáticas; según Pitágoras, el Sol, la Luna y los demás planetas giraban en torno a la Tierra de manera armoniosa, y la distancia entre los cuerpos celestes se correspondía con los intervalos musicales: era la grandiosa música de las esferas.
 En la Edad Media, la música era una de las artes del quadrivium, junto con la aritmética, la geometría y la astronomía; es decir, formaba parte de las ciencias. 
Y todavía en el siglo XVI, un compositor llamado Zarlino dijo: “La música se ocupa de los números sonoros”.
 De manera que hasta ayer mismo este arte era considerado un elemento esencial del universo, un conocimiento riguroso y prioritario para la vida.
 Pero después, una sociedad cada vez más centrada en lo utilitario y lo tecnológico, que no en lo científico, ha ido desterrando la música (y todas las artes, en general) a un lugar más prescindible, más ornamental, más sucedáneo, hasta llegar a crear esa aberración llamada “música ambiental”,
una contaminación sonora que se te mete por los oídos en ascensores, salas de espera o tiendas, y que supuestamente, según diversas investigaciones, sirve para provocar determinadas respuestas psicológicas: para hacerte comprar y consumir más, pongamos, o para tranquilizarte en momentos de tensión como en el dentista, aunque un amigo, el escritor Miguel-Anxo Murado, suele decir que, cada vez que escucha esas cancioncillas alegres y tontamente ligeras que suenan en los despegues y aterrizajes de los aviones, por ejemplo, se le ponen los pelos de punta, porque son el indicativo de un peligro cierto. 
Para mí la música es algo esencial, lo mismo que la lectura. No sé si podría vivir sin ambas cosas.
 Sin embargo, hay individuos que, para mi absoluto pasmo e incredulidad, detestan este arte.
 El más famoso es el gran escritor Vladímir Nabokov, uno de mis maestros literarios. 
En su hermoso libro autobiográfico Habla, memoria declara: “La música, siento decirlo, me afecta sólo como una sucesión arbitraria de sonidos más o menos irritantes”.  

Continúa despotricando durante varias frases más con su proverbial pedantería, dando a entender que es la humanidad entera la que se equivoca al empecinarse en disfrutar de ese molesto ruido. Pobre Nabokov: quizá su carácter antipático viniera de allí, de esa carencia brutal, de esa minusvalía. Cómo no amar la música, si nuestra existencia entera está ligada al ritmo primordial de las pulsaciones de la sangre.

Ya digo, a mí me gusta tanto que, cuando escucho música, soy incapaz de hacer otras cosas (salvo caminar o conducir), porque me concentro demasiado en ella.
 Desde luego, no puedo escribir. La novelista Clara Sánchez me dijo que ella antes solía trabajar oyendo sus discos preferidos. “Pero dejé de hacerlo porque me di cuenta de que creía estar escribiendo páginas emocionantes y maravillosas que, cuando las releía al día siguiente sin la banda sonora, me parecían malísimas”. Qué genial y atinado comentario: la música es como una droga, nos arrebata e hipnotiza.
Nos conduce, para bien y para mal, a un estado paralelo de la realidad: es la música militar que enardece y arrastra a la muerte a generaciones de jóvenes con una sonrisa en los labios; es la música romántica que te hace creer que estás enamorado, de lo cual se pueden derivar graves consecuencias; o es la música melancólica que te impulsa a meterte debajo de la cama y a ponerte a llorar durante tres días. 
Sí, la música puede manipularnos, pero también tiene el maravilloso efecto de hacernos más grandes y mejores de lo que somos.
 Tenía razón Pitágoras: esos sonidos sublimes nos unen con el universo y nos rescatan de nuestra pobre individualidad. 
Cuántas veces me he sentido a punto de descubrir el secreto de la vida mientras escuchaba un pasaje especialmente emotivo.
 Y muchas escenas de mis novelas vienen de nudos luminosos que se me ocurrieron estando en un concierto.
 La música es algo tan esencialmente humano, en fin, que posee todos los ingredientes de lo que somos: la belleza, la violencia, la serenidad, la alegría, el dolor, el sentimiento. 
Nuestro último momento estará acompañado por el redoble final del corazón.
 

Silbar y tararear.................................................Javier Marías

No solemos acordarnos de que a lo largo de la historia la humanidad sólo oía música cuando alguien se la tocaba, o cuando ella la reproducía con sus voces.




EL PASADO 8 DE MAYO, en víspera de un viaje a Italia, las luces empezaron a parpadear; al poco estallaron bombillas en habitaciones diversas, en serie y con estrépito, estuvieran o no encendidas; vi que de un aparato salía humo, y me apresuré a desenchufarlo todo, televisión, DVD, equipo de música, el viejo vídeo, y a bajar los diferenciales.
 Por fortuna no me había ido ya a Italia y además estaba en casa.
 Al parecer se había producido una subida de tensión que afectó a todo mi edificio y a otro cercano, culpa de la compañía eléctrica y no de los usuarios. 
Luego, cada cual fue descubriendo sus desperfectos y sus ruinas. A una agencia de viajes se le habían fundido todos los ordenadores. Yo comprobé que se me había quedado muerta la máquina de escribir, y mis lectores saben lo que hoy me cuesta encontrarlas (por suerte conservaba una de repuesto).
 También el fax-contestador, que aún me era útil y resulta insustituible.
 El calentador del agua, el cargador del móvil, unos teléfonos, el mencionado vídeo, el equipo de música entero. 
A mi regreso, la compañía me anunció que se encargaría de reparar lo reparable y me abonaría lo estropeado sin remedio. 
Me visitó un técnico muy amable, que se llevó al taller cuanto preveía que podría arreglarse. 
De lo que no, compré sustitutos, los que me fue posible. El hombre fue viniendo y volviendo.
 Algunas cosas las creía reparadas, pero seguían sin funcionar.
 Lo que más tardé en recuperar fue el equipo de música, unos cuatro meses.
 
 
 
Y durante ese tiempo me di cuenta de que, así como puedo estar sin escribir, y sin leer, y sin ver televisión (más me cuesta no ver películas), me es imposible no oír música.
 Bueno, posible me es, claro, pero lo paso mal y la echo de menos más que ninguna otra cosa.
 Nada más levantarme, y mientras me despejo, pongo un CD que me ayude a retornar a la vigilia.
 Y siempre suena música mientras hago tareas compatibles con ella: no escribir ni leer libros, pero sí leer prensa, contestar y mirar correspondencia, ordenar y limpiar. 
Me ayuda a apaciguarme cuando me indigno, me alegra cuando me decae el ánimo, y a veces me ofrece modelos rítmicos que anhelaría reproducir cuando escribo.
 Durante esos cuatro meses en que no pude oírla, y precisamente por no poder, me venían unas ganas locas de oírlo todo, desde Bach, Beethoven y Schubert hasta Presley, Burnette y Checker. Desde Monteverdi y Bartók y Pergolesi hasta Waits y Lila Downs y Nina Simome y Knopfler y mi ídolo Dylan, cuyo Premio Nobel celebré merced a un amigo londinense, poeta y librero, que me escribió en su día con alivio:
 “Es un poco raro, pero al menos no lo ha ganado Atwood. De haber sido así, un colega mío y yo teníamos previsto arrojarnos al Támesis desde el puente de Hammer­smith, considerando que no valía la pena seguir viviendo en un mundo en el que esa autora fuera Nobel”.
 Así que Dylan salvó de la muerte a alguien a quien mucho aprecio, algo más en favor suyo.
 Pero, por no poder poner música, se me antojaban en aluvión las mayores rarezas, que pocas veces escucho: un CD con veintisiete versiones de “High Noon”, la canción de Solo ante el peligro, incluidas una pomposa en alemán y dos ratoneras en danés. 
Uno con otras tantas de “La Paloma”; los calipsos que cantó con mucha gracia el actor Robert Mitchum; la narración, en la extraordinaria voz de su director Charles Laughton, de La noche del cazador, junto con fragmentos de su banda sonora.
 Canciones sicilianas nostálgico-siniestras, música irlandesa en la admirable voz de Tommy Makem. 
El breve “Carillon des morts” de Corrette. El CD de Telemann que de hecho oía cuando tuvo lugar la avería, interpretado por mi sobrino Alejandro Marías (violonchelo) y mi hermano Álvaro (flauta), entre otros… No han sido los únicos músicos de mi familia.
 Mi tío Odón Alonso fue director de orquesta
 Mi tío Enrique Franco fue crítico en la radio y en EL PAÍS hasta su muerte.
 La música, supongo, ha estado presente en mi vida desde siempre, quizá por eso la echo tanto en falta. Al cabo de unas semanas de abstinencia, me di cuenta de que silbaba y tarareaba mucho más de lo que suelo: si está uno privado de melodías, las reproduce como puede. 
Y entonces caí en que esas dos actividades, silbar y tararear, eran frecuentísimas en mi infancia y adolescencia, mientras que ahora están casi desaparecidas. 

Uno oía silbar a los hombres por la calle (todos se conocían la propia “Solo ante el peligro”, por ejemplo, y “El puente sobre el río Kwai”, entre otras muchas), y canturrear a las mujeres mientras se arreglaban o atendían sus quehaceres.
 Tal vez por eso los españoles sabían entonar y no desafinaban en exceso, a diferencia de lo que hoy ocurre. 
No había música por doquier (a menudo indeseada y atronadora, como la que invade las calles desde las tiendas), y no se creía, como creen los famosos concursantes, que cantar bien consiste en vocear a pleno pulmón y con espantosas “rúbricas”. 
No solemos acordarnos de que a lo largo de la historia la humanidad sólo oía música cuando alguien —rara vez— se la tocaba, o cuando ella la reproducía con sus voces y sus silbidos. Hasta que uno la pierde, no repara en nuestra inmensa suerte de haber nacido en esta época, en la que uno elige qué y cuándo, y milagrosamente lo oye. 
 

24 nov 2018

Las dos únicas decisiones alimentarias que de verdad revierten el envejecimiento de la piel


  • alimentos piel 
    Comer para parecer más joven. Es el eje de la llamada nutricosmética, con todos los complementos vitamínicos y proteicos, alimentos enriquecidos, zumos y batidos.
     Una tendencia imparable que irrumpió en el mercado en 2008, y que para 2024 se prevé que facture 7.400 millones de dólares (unos 6.400 millones de euros) en el mundo.
     En este contexto se generan ondas expansivas en torno a ciertos alimentos: esa hortaliza asiática ligada a un hashtag en Instagram con miles de likes se vuelve omnipresente poco tiempo después en todos los supermercados.
    Dicen que el inventor de todo esto fue el poeta Lord Byron, quien, esclavo de la estética y obsesionado con la juventud, la ropa y la delgadez, presumía de seguir un estricto régimen basado en té sin azúcar, unas pocas patatas mojadas en vinagre, agua mineral mezclada con vino y cigarrillos.
     Byron hacía proselitismo de su modo de alimentarse y puso tan de moda estas pautas en la sociedad victoriana que las eminencias médicas se vieron obligadas a hacer pública su disconformidad.
    No muy diferente de lo que sucede hoy con Gwyneth Paltrow.
    alimentos pielVeganismo: un exceso de carne envejece, pero restringirla altera la piel y deteriora el cabello 
    El dermatólogo Ricardo Ruiz, de la Clínica Dermatológica Internacional, en Madrid, afirma: "Los veganos corren el riesgo de tener déficit de vitamina B12, esencial en la formación de glóbulos rojos [y cuya falta se manifiesta con hiperpigmentación, vitíligo, estomatitis angular y pérdida de pelo, según el Colegio de Médicos de Familia de Canadá]". El dermatólogo Leandro Martínez añade: "A falta de estudios concretos, lo que vemos en consulta es que las personas con una dieta variada envejecen mejor que las que son estrictamente vegetarianas o veganas. Otra cosa es que consumir en exceso carne roja, fiambres o embutidos provoque una inflamación [y sus consecuentes arrugas]".
    De hecho, Ariel Ostad, dermatólogo y miembro de la American Board of Dermatology, en su análisis sobre la huella de los alimentos en la piel, tacha la carne roja de acelerador del envejecimiento por la generación de radicales libres que merman la producción de colágeno, proteína que aporta elasticidad y firmeza al cutis. En cuanto a los embutidos, Ostad señala su alto contenido en aceite hidrogenado y sal como responsables de la inflamación (ambos ingredientes también pueden estar en productos veganos).
    Lo que sí resulta ventajoso de la dieta vegetariana es el consumo abundante de frutas y verduras. Natalia Hernández, del Grupo de Especialización en Nutrición clínica de la Academia Española de Nutrición y Dietética, lo achaca, entre otras cosas, a la hidratación, "resultante de un equilibrio hídrico entre la llegada de agua al estrato córneo desde las capas más profundas y el poder que tiene la piel para retenerla. Y todo esto depende, en primer lugar, de la alimentación".
    • alimentos piel
      1Comer para parecer más joven. Es el eje de la llamada nutricosmética, con todos los complementos vitamínicos y proteicos, alimentos enriquecidos, zumos y batidos. Una tendencia imparable que irrumpió en el mercado en 2008, y que para 2024 se prevé que facture 7.400 millones de dólares (unos 6.400 millones de euros) en el mundo. En este contexto se generan ondas expansivas en torno a ciertos alimentos: esa hortaliza asiática ligada a un hashtag en Instagram con miles de likes se vuelve omnipresente poco tiempo después en todos los supermercados. Dicen que el inventor de todo esto fue el poeta Lord Byron, quien, esclavo de la estética y obsesionado con la juventud, la ropa y la delgadez, presumía de seguir un estricto régimen basado en té sin azúcar, unas pocas patatas mojadas en vinagre, agua mineral mezclada con vino y cigarrillos. Byron hacía proselitismo de su modo de alimentarse y puso tan de moda estas pautas en la sociedad victoriana que las eminencias médicas se vieron obligadas a hacer pública su disconformidad. No muy diferente de lo que sucede hoy con Gwyneth Paltrow.
      Damos por bueno el aforismo de que "somos lo que comemos", asumiendo que todo lo que ingerimos se plasma en nuestra membrana más superficial. Pero, como tantas veces, cuando se habla de nutrición hay mucho ruido y poco filtro. Leandro Martínez, director de la Unidad de Dermatología del Hospital Regional de Málaga y miembro de la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV), cuenta que unas malas pautas alimentarias "pueden estar detrás de enfermedades dermatológicas como la dermatitis atópica, la psoriasis o el acné". No solo es cuestión de prevención, quitarse los procesados y volver a la comida real puede borrar los signos del paso del tiempo. Te contamos cómo. Ah, y que el cacao puro en cantidades moderadas no estimula la aparición de granos. Aclarada la duda universal.
    • alimentos piel
      2Veganismo: un exceso de carne envejece, pero restringirla altera la piel y deteriora el cabello 
      El dermatólogo Ricardo Ruiz, de la Clínica Dermatológica Internacional, en Madrid, afirma: "Los veganos corren el riesgo de tener déficit de vitamina B12, esencial en la formación de glóbulos rojos [y cuya falta se manifiesta con hiperpigmentación, vitíligo, estomatitis angular y pérdida de pelo, según el Colegio de Médicos de Familia de Canadá]". El dermatólogo Leandro Martínez añade: "A falta de estudios concretos, lo que vemos en consulta es que las personas con una dieta variada envejecen mejor que las que son estrictamente vegetarianas o veganas. Otra cosa es que consumir en exceso carne roja, fiambres o embutidos provoque una inflamación [y sus consecuentes arrugas]".
      De hecho, Ariel Ostad, dermatólogo y miembro de la American Board of Dermatology, en su análisis sobre la huella de los alimentos en la piel, tacha la carne roja de acelerador del envejecimiento por la generación de radicales libres que merman la producción de colágeno, proteína que aporta elasticidad y firmeza al cutis. En cuanto a los embutidos, Ostad señala su alto contenido en aceite hidrogenado y sal como responsables de la inflamación (ambos ingredientes también pueden estar en productos veganos).
      Lo que sí resulta ventajoso de la dieta vegetariana es el consumo abundante de frutas y verduras. Natalia Hernández, del Grupo de Especialización en Nutrición clínica de la Academia Española de Nutrición y Dietética, lo achaca, entre otras cosas, a la hidratación, "resultante de un equilibrio hídrico entre la llegada de agua al estrato córneo desde las capas más profundas y el poder que tiene la piel para retenerla. Y todo esto depende, en primer lugar, de la alimentación".
    • alimentos piel
      3Dieta paleo: un riesgo para la cicatrización tras la cirugía Esto es: comer en función de la hipótesis sobre cómo se alimentaron Miguelón en Atapuerca o quienes pintaron las cuevas de Altamira. Los 2,5 millones de años que duró el Paleolítico, periodo anterior al desarrollo de la agricultura, dictan la norma de eliminar todas las legumbres y cereales, además de algunas frutas como mangos y papayas, piña o cualquier variedad deshidratada. Ricardo Ruiz rechaza que esta dieta pueda tener beneficios para la salud en general y la piel en particular. Por su parte, la dietista-nutricionista Teresa Ureta, del Grupo de Especialización en Nutrición Clínica de la Academia Española de Nutrición y Dietética, comenta: "No hay suficiente investigación para recomendarla por encima de la dieta mediterránea".
      Existen diversas interpretaciones de la dieta paleo, y sus vertientes más restrictivas pueden llegar a tener los mismos efectos que las bajas en carbohidratos. La Asociación Australiana de Médicos de Familia ha detectado déficit de vitamina D en sus practicantes, lo que puede originar problemas cutáneos que impiden la correcta cicatrización después de una cirugía, según un estudio de la Universidad de Michigan.
    • alimentos piel

     'Low fat' o todo bajo en grasas: una buena forma de combatir el acné, siempre que no lo compense con toneladas de azúcar 
    ¿Contribuye la fritanga a una cara con granos? La dermatóloga Paloma Cornejo, de la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV), aclara: "Se ha asociado el acné y la seborrea a las dietas hipercalóricas, tanto a las ricas en hidratos de carbono con alto índice glicémico, como a los ácidos grasos. 
    Y sí, algunos pacientes de acné o seborrea, cuando siguen dietas pobres en grasa restringiendo los lácteos, mejoran. Mas no es por evitar la lactosa [a veces se la culpa de los granos], sino por no tomar los ácidos grasos de la leche".

     

El impuesto psicológico de la tecnología................. Bruno Martín ...

Los expertos asocian el auge de los ‘smartphones’ con más casos de ansiedad, sobre todo en jóvenes.

Una joven chatea mientras carga el móvil.
Una joven chatea mientras carga el móvil. Unsplash
Vivimos en la década de los fidget spinners, de los libros de colorear para adultos y de los vídeos virales de susurros relajantes. También vivimos en la década de la gig economy, de la falta de sueño por las pantallas y del año en que el 10 % de la población mundial se enganchó a Instagram.
 Son solo ejemplos, pero no casualidades: los primeros son síntomas y los segundos, posibles causas de la epidemia de ansiedad asociada a la revolución digital.
 En este momento, los trastornos emocionales derivados del estrés, como la ansiedad y la depresión, son los problemas de salud mental más prevalentes del mundo. 
Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), juntos afectan al 14,6 % de la población adulta española, y los grandes estudios demográficos señalan que hasta un tercio de las personas en todo el mundo sufren algún tipo de ansiedad a lo largo de su vida. 
El periodista británico Johann Hari, autor de un libro sobre el aumento reciente de estos trastornos, señala que no son cambios aleatorios en la bioquímica cerebral, sino reacciones a la desconexión social. 
Menos seguridad financiera, menos fe, menos trabajos vocacionales o menos tiempo con los amigos son todo pérdidas que han pasado factura
.“Por un lado cada vez tenemos más estrés y por otro lado no sabemos manejar ese estrés y las emociones que genera”, explica el psicólogo de la Universidad Complutense de Madrid Antonio Cano, que también es presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés. 
Cano señala que es difícil poner cifras concretas a la propagación de la ansiedad, ya que los estudios epidemiológicos no se suelen repetir con la misma metodología o en la misma población, pero asegura que los datos existentes confirman un aumento desde hace varios años.
 Según él, las reglas de la sociedad han cambiado, de manera que ahora se generan más demandas y mayor incertidumbre: 
“Ya no se tiene un trabajo para toda la vida.
 Estudiar una carrera ya no sirve para ascender automáticamente de clase social como ocurría en los años 60”, dice.
 En una familia exigente, Luminița empezó a identificar síntomas de ansiedad, que ella asocia con expectativas académicas, a los 16 años: náuseas, dolor de pecho, taquicardia.
 El médico de cabecera le dijo que era demasiado joven para sentir dolor en el pecho. “Lo que te pasa es que eres muy nerviosa”, recuerda oír aquel día en la consulta. Ahora, a punto de cumplir 20 años, está en tratamiento por la ansiedad y depresión que le diagnosticaron hace dos, cuando su condición era ya incontestable. A toro pasado, Luminița cree que vivió con ansiedad desde mucho antes de ir al médico.
 “No se toman en serio las enfermedades mentales”, denuncia. “Muchísima gente puede tener depresión o ansiedad sin saberlo; yo estaba todo el día en alerta, pero solo lo identifiqué cuando influía en mi estado físico”.

“Las redes sociales fomentan la neurosis”

Muchos expertos ponen la lupa en las nuevas tecnologías.
 La especialista en cambios generacionales Jean Twenge advierte que los adolescentes, concretamente, están sufriendo de forma más acusada los trastornos emocionales derivados del estrés, y no cree que sea casualidad que esta es la primera generación que ha crecido con un móvil entre las manos. 
Su hipótesis está edificada sobre una simple correlación —aparecen los smartphones, empeora la salud mental de los jóvenes—, pero muchos expertos la consideran más que convincente.
 Cano también comparte esta visión, y aporta datos y anécdotas que parecen sustentarla: “Los trastornos de ansiedad en el 50 % de los casos ya están establecidos a la edad de 14 años.
 A veces viene una persona a la clínica con fobia social o agorafobia pero tiene 120 000 seguidores en Instagram”, cuenta.
Uno de los argumentos principales de Twenge, profesora de psicología en la Universidad de San Diego (EE UU), es que los jóvenes se sienten bien o mal con relación a su percepción de cómo les va a los demás. 
El problema es que las redes sociales suelen ofrecer una ventana a los momentos más atractivos de las vidas ajenas. “Yo sé que la gente solo comparte lo positivo, pero a veces no puedo evitar pensar cuando veo stories de Instagram por qué a otros les va tan bien y yo estoy en la mierda”, reconoce Luminița. Quizá por eso, un estudio científico publicado este mes demostró
 que limitar el tiempo en Facebook, Instagram y Snapchat reducía la soledad y la depresión en 143 estudiantes de grado de la Universidad de Pensilvania (EE UU).
El psicólogo clínico e investigador Scott Stanley, que estudia relaciones románticas desde la Universidad de Denver (EE UU), opina que además las redes sociales exacerban la ambigüedad y la incertidumbre en las interacciones personales, algo que la ciencia también relaciona con el deterioro de la salud mental. “Los animales, y yo creo que esto debe de ser cierto para los humanos, se vienen abajo cuando no pueden distinguir lo que significan los estímulos que reciben y la importancia que tienen”, cuenta a Materia el investigador.