Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

30 mar 2017

Ay, Criptana............................................. Luz Sánchez-Mellado

Ayer el lar de mis yayos, mi padre, mis tíos, mis primos y mis resobrinos chiquitines, entró en la historia de la infamia.

Mis abuelos Nicéforo y Gabina, y los padres de sus padres hasta perder la cuenta, eran de Campo de Criptana de toda la vida.
 Sí, el pueblo de los molinos, el de Sara Montiel, el de los quesos, el de las viñas, uno de tantos lugares de La Mancha de cuyo nombre no quiso acordarse el Manco.
Aunque salieron del pueblo con el hatillo hacia Alicante en los años sesenta detrás de los hijos que se les iban a buscarse las habichuelas en las obras de la playa, la casa de mis yayos fue siempre territorio manchego en el exilio.
 En todos los años de su vida, incluso de viuda, mi abuela jamás dejó de llamar “mi hombre” a mi abuelo, ni mi abuelo “madre” a mi abuela, en un galimatías de parentescos y posesivos que nos volvía tarumbas a los críos.
 Cosas del pueblo, sentenciábamos con infinita condescendencia los alicantinos, la primera generación criada lejos de la Virgen de Criptana, y nos zampábamos las galletas de coco y el dedal de mistela con que el Nicéforo y la Gabina nos convidaban los domingos.
 Bendita inocencia. 

Ayer, Campo de Criptana, el lar de mis yayos, mi padre, mis tíos, mis primos y mis resobrinos chiquitines, entró en la historia de la infamia. 
 Manolo García-Bustamante, el chico de don Manuel, el maestro del Pozohondo, mató presuntamente a su esposa y a sus niños y se tiró por la ventana. 
En los corrillos de la plaza, los paisanos se hacían cruces de cómo un chico tan hermoso y tan de buena familia hubiera traído semejante desgracia.
 “Pobres criaturas”, lloraban, haciendo elipsis de su madre asesinada.
 Criptana, como Camas, como Cebreros, como Cornellà, ya no son como eran.
 Hay wifi y hipsters y erasmus, como en las capitales.
 Puede que respire por la herida, pero para mí que en ese “mi hombre” y el “madre” con que se referían mi abuela a mi abuelo, y viceversa, como si ese fuera el orden inmutable de las cosas, había alguna clave de lo que nos pasa con la violencia machista.

 

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