Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

23 ene 2012

Mónaco declara la guerra a los 'paparazzis'

Es la familia principesca más fotografiada.
La imagen que proyectan sustenta en buena parte su pequeño Estado.
Desde que Grace Kelly dejó Hollywood para convertirse en una Grimaldi por su matrimonio con Raniero, Mónaco vive más que nunca de cara a la galería. Pero ellos quieren que esta permanente exposición sea a su gusto, de acuerdo a sus reglas.
Venden reportajes a las revistas más prestigiosas del mundo, pero no quieren que les roben fotos o se traten asuntos que no están interesados en hacer públicos.
Y si esto ocurre acuden a los tribunales. Alberto y Charlene, Carolina y Ernesto, y ahora Carlota, la hija mayor de la princesa y el fallecido Stefano Casiraghi, tienen cuentas pendientes con los medios de comunicación a la espera de que los tribunales se pronuncien.
La hija de Carolina teme morir como Diana de Gales, perseguida en coche
Ha sido Carlota, de 25 años, quien ha dado esta semana un nuevo giro en la relación de los Grimaldi contra la prensa. La princesa ha contratado al mismo abogado que escogió Diana de Gales para que la protega. Teme morir como Lady Di, perseguida en un coche por la decena de paparazzis que desde hace días la persiguen allá por donde va. Alain Toucas, el letrado que esta semana ha presentado un escrito ante la fiscalía de París reclamando protección y advirtiendo del peligro que afronta su representada, asegura que el "acoso" va a más. Y es que Carlota siempre ha sido una de las preferidas de la prensa. Heredera de la belleza de su madre y su abuela, ha ocupado portadas desde que nació.
Cada paso que ha dado ha sido captado por una cámara. Pero es ahora cuando sus fotos valen más que nunca y todo porque la princesa ha roto con el novio que le gustaba a la familia, Alex Dellal (28), hijo del millonario Guy Dellal, y se ha dejado ver con el actor Gad Elmaleh.
La denuncia de Carlota se une a la de sus tíos Alberto y Charlene que demandaron a la revista francesa L'Express por difundir rumores sobre su supuesta separación, según anunció un portavoz del palacio monegasco. L'Express informó antes de la boda que Charlene estaba decidida a cancelar el enlace para viajar después a Sudáfrica y que incluso había intentado huir de Mónaco en tres ocasiones al descubrir "que la vida privada del príncipe no era tan ejemplar como ella creía".
El Tribunal de Estrasburgo ya condenó a Alemania en 2004 por no proteger el derecho a la intimidad de la princesa Carolina, por la publicación en los años noventa de varias fotos en compañía de su marido, Ernesto de Hannover. Una de las fotos mostraba a la princesa con su esposo de vacaciones en la estación suiza de esquí de Saint Moritz. La imagen ilustraba el artículo El príncipe Rainiero no está solo en casa y explicaba que la princesa Estefanía cuidaba de su padre enfermo, mientras Carolina estaba de vacaciones y el príncipe Alberto se encontraba en los Juegos de Salt Lake City. La segunda fotografía objeto de la polémica mostraba a Carolina y a su marido paseando por la citada estación de esquí junto a la información titulada Placer real en la nieve. La princesa de Mónaco inició entonces su particular batalla legal que pasó por el Tribunal Constitucional quien determinó que la información trataba de buscar el equilibrio entre el interés del público a estar informado y el de la persona fotografiada. Por eso dictaminó que la información sobre la enfermedad del príncipe Rainiero era de interés público y tomada en lugares públicos.
Pero finalmente Estrasburgo le dio la razón a la princesa.
Separada de hecho de Hannover, Carolina de Mónaco continúa junto a su exmarido en el juicio por la presunta paliza que el aristócrata propinó al propietario de una discoteca en Kenia.
Él fue condenado al pago de una multa de 445.000 euros por la agresión a Josef Brunlehner, que fue ingresado en un hospital de Mombasa. Hannover afirma que solo le dio un par de bofetones y no la paliza que su víctima asegura.
Las imágenes de Brunlehner ensangrentado y doliente en Mombasa dieron la vuelta al mundo y abundaron en la mala reputación del príncipe. La batalla continúa, pero en los tribunales

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