Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

1 ago 2011

Marchitar para florecer en los dominios de El Gatopardo

"Al cabo de una hora se despertó descansado y descendió al jardín.
Poníase ya el sol y sus rayos, amortecido su poder, iluminaban con luz cortés las araucarias, los pinos, los robustos carrascos que eran la gloria del lugar.
Desde el fondo del sendero principal que descendía lento entre altos setos de laurel encornisando anónimos bustos de diosas desnarigadas, oíase la dulce lluvia de los surtidores que caía en la fuente de Anfitrite.
Hacía allí se dirigió juvenil y deseoso de volver a verlos. (...) De la fuente de las aguas tibias, de las piedras revestidas de musgos emanaba la promesa de un placer que nunca podría convertirse en dolor.
 En un islote en el centro de la redonda taza, modelado por un cincel inexperto pero sensual, un Neptudo expedito y sonriente atrapaba a una Anfitrite anhelante: el ombligo de ella, humedecido por las salpicaduras, brillaba al sol, dentro de poco, de escondidos besos en la umbría acuática.
 Don Fabrizio se detuvo, miró, recordó, lamentándose. Se quedó un largo rato.



-Tiazo, ven a ver los melocotones forasteros. Están muy bien. Y déjate de estas indecencias que no están hechas para hombres de tu edad.


La afectuosa malicia de la voz de Tancredi lo distrajo de su aturdimiento voluptuoso".






Fabrizio, el príncipe de Salina, y su sobrino Tancredi acaban de llegar a Donnafugata. Es agosto.
 El cambio del mundo de la sociedad siciliana ha empezado en mayo con el desembarco de Garibaldi, y está a punto de ser reforzado por sus estrategias de adaptación y la revolución en sus corazones.


Sólo falta que haga su aparición un personaje para que Giuseppe Tomasi Di Lampedusa enrute el destino conocido de El Gatopardo, su magistral, póstuma y única novela.
Una obra ya clásica de 1958 donde aquel verano de 1860 está hecho para decidir toda clase de futuros, avistar el horizonte, expresar las añoranzas y, sobre todo, un verano que se ofrece para el vivir. Estación perfecta para lo que cuenta y sobre lo que reflexiona Lampedusa (Palermo, 1896-Roma, 1957): Adiós y bienvenida, marchitar y florecer, añoranza y futuro; una estación donde todo final no es mas que un nuevo comienzo.
Ya mucho antes del veraneo, como cada año, en las montañas de Donnafugata, el conde Tancredi ha presagiado y dejado ver a su tío, y a todos nosotros, el corazón de esta novela: "Si queremos que todo siga como está, es preciso que todo cambie".
La primera versión de una frase tan certera y famosa como manida desde entonces, y que su tío don Fabrizio analizará, comprenderá y explicará a otros en busca de ayudar a que "todo cambie para que todo siga igual".






La esencia de todo eso lo expresa el propio Lampedusa en frases que explican el por qué, aún más, de lo que habrá de acontecer en la vida, en la Italia de entonces: "La riqueza de los muchos siglos de existencia había cambiado en ornamento, en lujo, en placeres; solamente en esto. La abolición de los derechos feudales había decapitado las obligaciones junto con los privilegios; la riqueza, como un vino viejo, había dejado caer en el fono de las botas las heces de la codicia, de los cuidados, incluso las de la prudencia, para conservar solo el ardor y el color. Y de este modo acababa anulándose a sí misma".






Arandelas esenciales para conseguir lo que se quiere vivir. Para entonces ya sabemos lo que piensa el Príncipe sobre el dolor de lo perdido y de lo que se perderá, y claro: "El amor.
 Evidentemente, el amor. Fuego y llamas durante un año, cenizas durante treinta. Él sabía lo que era el amor... Y Tancredi, ante quien las mujeres caerían como fruta madura...". Tras estas palabras, a punto está de que los personajes y elementos de esta historia estén cara a cara, creen alianzas impensables y se encaminen todos hacia donde deben ir...






"El instante duró cinco minutos. Luego la puerta se abrió y entró Angélica. La primera impresión fue de deslumbrante sorpresa.
 Los Salina se quedron sin aliento. Tancredi hasta sintió latir sus sienes. Bajo el impacto que recibieron entonces ante el ímpetu de su belleza, los hombres fueron incapaces de advertir, analizándola, los no pocos defectos que esta belleza tenía. (...) Avanzaba despacio, haciendo mover la amplia falda blanca y poseía la calma e invencibilidad de la mujer que está segura de su belleza. Hasta muchos meses después no se supo que en el momento de su triunfal entrada había estado a punto de desvanecerse de ansiedad.
No le preocupó el príncipe que acudía a ella, dejo atrás a Tancredi que le sonreía como en sueño".






Todo está en marcha, sólo es cuestión de Tiempo, ese tiempo que tan extraordinariamente maneja Lampedusa, para que nobles y plebeyos se alíen y "suban las escaleras resbaladizas de la nueva sociedad".



Tras aquellas conversaciones, aquellas batallas por la revolución, aquella fiesta y aquel concierto de sensaciones y emociones secretas del agosto de 1860 en Sicilia, El Gatopardo nos adentra aún más en ese verano cuya descripción es premonitoria: "Antes de acostarse, don Fabrizio se detuvo un momento en el balconcito del tocador. El jardín dormía sumido en la sombra, abajo.
En el aire inerte los árboles parecían de plomo fundido. Desde el campanario llegaba el novelesco ulular de los búhos.
El cielo estaba limpio de nubes: aquellas que había saludado por la tarde se habían ido quién sabe a dónde, hacia tierras menos culpables, para las que la cólera divina había decretado una condena menor.
Las estrellas parecían turbias y a sus rayos les costaba penetrar la mortaja del bochorno".










El Gatopardo es una obra que ha tenido muchas interpretaciones y análisis, unas de las últimas ha sido la de Javier Marías que eligió la novela de Lampedusa como la novela representativa del siglo XX.
El artícuo se titula Odiar El Gatopardo, y lo publicó Babelia en marzo pasado. Para el autor español, "es sobre todo una novela sobre la muerte, la preparación para ella y su aceptación".
¿Qué más decir de esta obra? Pues que cualquier página al azar siempre es una grata sorpresa, y un momento de inevitable evocación de la primera vez de su lectura. ¿Qué opinas tú de la novela de Lampedusa?



* El Gatopardo, Giuseppe Tomasi Di Lampedusa, en traducción de Fernando Gutiérrez para Editorial Cátedra.



Imágenes: Fogotogramas de El Gatopardo, de Visconti, 1963, con Burt lancaster, Claudia Cardinale y Alain Delon.

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